Pocas veces, por no decir nunca, la humanidad se ha visto frente un problema tan grave como el que estamos atravesando. Hasta parece una situación de película distópica.
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Nunca creímos que podía aparecer un enemigo común a toda la sociedad del globo, sin distinción de clase ni estatus.
Este tipo de situaciones obligan a la reflexión. O, mejor dicho, ésta situación en particular, ya que no hay precedente comparable con la problemática que estamos pasando como sociedad.
Un mundo paralizado, el pánico expandiéndose más rápido que el virus y, a raíz de esto, unas implicancias demasiado costosas para todo el mundo.
Las similitudes más cercanas pueden encontrarse en la ficción pero no en la realidad. El Eternauta está pasando.
La introducción de este escrito queda por fuera de las formas protocolares que suelen caracterizar a las publicaciones de la Mesa Sindical de Chacabuco, pero resulta que lo que estamos viviendo trasciende todo protocolo.
Más allá de describir una situación que ya es bien conocida por todas y todos, es nuestra intención, desde esta organización, establecer algunos lineamientos que sirvan para clarificar nuestra posición frente a la pandemia del coronavirus.
Queda claro que las medidas a adoptar deben tener como eje la cuarentena. Evitar todo contacto posible con otras personas y extremar los cuidados de la higiene personal. Además, tener en cuenta las ideas de la responsabilidad y solidaridad social puede ser clave para resolver este conflicto por la mejor vía. Hay compatriotas que tienen menos defensas inmunológicas y económicas, por lo cual son segmentos de la población más propensos al contagio.
Pero resulta necesario remarcar el hecho de que el cese de las actividades no puede ser total. Los trabajadores y trabajadoras deben garantizar el funcionamiento de los servicios mínimos de subsistencia para posibilitar la continuidad elemental de la vida de cada compatriota.
Este momento pone a prueba nuestra responsabilidad social. Nuestro compromiso con la patria que queremos. Y en ese sentido tenemos que hacer una demostración de grandeza para suspender el conflicto interno de intereses por la amenaza de un enemigo común.
Asumir éste grado de responsabilidad al que apelamos también significa valorar y apoyar, de todas las formas posibles, a las compañeras y compañeros que continúan realizando sus actividades y se exponen en la línea de fuego, haciendo posible el funcionamiento de las condiciones mínimas para la vida como la conocemos. Son estos trabajadores y trabajadoras los que merecen nuestro inmenso respeto y admiración. Es completamente necesario apoyar, soportar y contener a cada una de las personas que depone su bienestar individual para enfrentarse a esta amenaza en su lugar de trabajo.
Sin embargo hay que mantener la calma y saber que el mayor riesgo que trae esta pandemia es el colapso del sistema de salud. Es decir, si las medidas de cuarentena no son respetadas el número de contagios puede aumentar exponencialmente, generando una necesidad de atención masiva en nuestros hospitales. La dificultad es que la capacidad de nuestro sistema de salud es limitada, y no podría hacer frente a una avalancha de casos.
Todo este escenario abre debates que parecían cerrados hace tiempo, aunque siempre permanecieron en la agenda de los trabajadores y trabajadoras.
Necesitamos replantear y retomar la discusión acerca del rol de estado.
Hoy en día resulta evidente que la organización ciudadana y la conducción del estado, en función de los intereses del pueblo, son las herramientas más efectivas para guiar este conflicto a buen puerto. Y ni hablar del sistema de salud pública, de acceso libre y gratuito. Sin este derecho, habitual en nuestro país pero no en otros, hubiésemos quedado a merced de la mano del marcado, quien piensa en términos de rentabilidad. Puede resumirse con una frase: “Quien quiera salud que pague”. Y así podemos reemplazar la palabra salud casi por cualquier otra, ya que la mayoría de los servicios esenciales se encuentran mercantilizados hoy en día.
Las preguntas que surgen frente a este mal sueño que estamos viviendo son:
¿A cuántos derechos más vamos renunciar frente a un sistema que comercia con nuestras necesidades básicas?
¿Cuándo vamos a asumir nuestro rol como ciudadanos?
¿Cuándo vamos a otorgarle la dimensión correcta a la idea de que es el estado quien debe interceder para garantizar el cumplimiento de nuestros derechos?
Creemos firmemente, desde esta mesa que congrega representaciones de las mayorías de la ciudad, que debemos dar vuelta la página respecto de algunos asuntos. El acceso a la salud, a la educación, a la vivienda y al trabajo, solo por enumerar lo básico, no puede estar librado a las reglas del mercado, es el estado quien debe garantizar esos derechos.
Lo que hoy nos ocurre puede inaugurar una era diferente para nuestra civilización. No habíamos tenido, hasta ahora, una conciencia tan palpable de nuestra fragilidad. Solo las guerras habían paralizado el ritmo habitual de nuestras sociedades, pero con un virus desconocido no se puede negociar.
Estas palabras no buscan alterar la calma sino, más bien, generar conciencia para dar pelea a ésta situación de forma organizada, como bien ha sabido hacerlo la clase trabajadora en diversas ocasiones.
Mesa Sindical Chacabuco
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