Pide que se tenga en cuenta a todos los enfermos.
Sergio Otegui relató las peripecias que debió sobrellevar para lograr que el Consejo Escolar costeara la compra de los alimentos que debe consumir a modo de merienda su hijo, que sufre de enfermedad celíaca.
Esta afección consiste en la intolerancia al gluten de trigo. Por ejemplo, el consumo de un producto elaborado en base de harina de trigo puede causarle graves daños en el aparato digestivo.
“Tengo un hijo de 10 años que va a la Escuela Primaria Nº 50 –señaló Otegui–. Sufre de enfermedad celíaca y no es el único chico con esta condición que asiste a esa escuela hay otro nene, aunque no tiene el mismo grado que mi hijo. Desde hace dos meses vengo luchando porque a pesar de que se estaba desarrollando el programa de Meriendas Universales, debía comprar lo que mi hijo comía en la escuela, no le daban nada. A raíz de esto, moví cielo y tierra. Nadie se hacía cargo, fui hasta el Concejo Deliberante, ahí el presidente, Jorge Muela, me recomendó hablar con la consejera Juana Penuto, y así me acerqué al Consejo”.
“Al principio, no tenían idea de cómo tratar mi caso o qué decirme. Juana Penuto y Antonio Vita me acompañaron a la escuela y recién ahí supieron que al lugar asistían dos chicos celíacos. Juana Penuto me prometió que durante la semana siguiente me iba a tener algo resuelto. Dejé pasar los días y cuando regresé al Consejo, me pidió que volviera a la escuela para pedir a la directora que era necesario un relevamiento. Le dije que sabían que eran dos los alumnos celíacos, pero me repitió que tenía que volver al establecimiento. También me habían prometido que iban a conseguir un envase para que los alimentos de los celíacos no se contaminaran, porque su comida no se tiene que mezclar con la convencional”.
“En la escuela no encontré a la directora y recordé que en el Consejo me habían dicho qué tendría todo resuelto –prosiguió–, por eso decidí volver al Consejo Escolar. Mi conducta tal vez estuvo alterada, soy una persona muy nerviosa que no mide las consecuencias. Entonces, le dije unas cuantas cosas. Pasaron 10 o 15 minutos y ya habían conseguido el envase, no sé en qué momento salieron a comprarlo. También me dieron 400 pesos para comprar la merienda del nene. Conseguí a un vecino que distribuye alimentos para celíacos y con los 400 pesos conseguí quince paquetes de masitas. Se quedaron con la boca abierta en el Consejo porque seguramente no pensaban que iba a conseguir todo eso. Encima, les llevé 1 peso de vuelto. Esas masitas son para que mi hijo tenga su merienda. Haciendo bien las cosas, esos paquetes que compré a los dos chicos les pueden alcanzar hasta para dos meses”.
“Los proveedores no saben nada –aclaró Otegui–, estuve con los tres proveedores y no tenían idea de la merienda para celíacos. Pensaban que era todo general”.
El vecino remarcó que “con esta situación hay que estar atentos, porque la enfermedad celíaca puede derivar en cáncer. Es una enfermedad crónica, para toda la vida. Si no se hace bien el tratamiento, puede derivar en cáncer, dicho por especialistas. No quiero eso para mi hijo; estoy pasando por una enfermedad crónica y no quiero que mi hijo pase por lo mismo”.
También se mostró solidario con otros afectados. “El problema se solucionó para mi hijo y para el otro chico, pero para los demás no. Lo que pido es que se haga algo para todos los afectados; en Chacabuco hay muchos celíacos. Antes IOMA daba 150 pesos a los celíacos, con lo que no se compra nada porque los alimentos son muy caros. Hoy un paquete de harina sale entre 80 y 90 pesos, uno de premezcla para hacer milanesas cuesta entre 70 y 80 pesos, y no llega a medio kilo. Hay que ver esa situación, no es fácil. Con mí sueldo no llego a pagar todo. La situación es muy difícil”.
“Sería bueno tener algo para los chicos celíacos. No pido nada para nosotros, los padres, es para ellos, que los ayuden para que tengan la merienda a la mañana y a la tarde. En Chacabuco, nadie, jamás, hizo nada. Si uno va a Pergamino o Rojas, hay asociaciones de padres que están logrando muchas cosas. Chacabuco es un mundo aparte, nadie se preocupa por nada, no ayudan. Pergamino ya tiene una panadería exclusiva para celíacos que cuenta con muchos productos”.
“La portera tiene que tomar todos los recaudos –explicó–, debe tener colocados guantes de látex cuando se le prepara la merienda. Yo tengo que aportar el mate cocido porque ni esto ni la leche para celíacos los aporta el Consejo. Lo único que logré es que me dieran 400 pesos para comprar las galletitas que comerán mi hijo y el otro alumno de la escuela La chocolatada tiene que ser libre de gluten”.
Nota de Cristian Otegui publicada en el Diario De Hoy de Chacabuco.
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