viernes, 13 de abril de 2018

Domínguez opina sobre el presente de una firma de lacteos

Alimentación y economía.


(Nota de opinión) Por estos días concluye el proceso de conversión de la cooperativa SanCor en una sociedad anónima, donde los ex dueños —es decir los productores tamberos— apenas quedarán con una participación societaria del 10%. SanCor no solo ha sido una compañía insignia de la lechería en la Argentina sino un emblema del cooperativismo agrario. Hasta este año.




Más allá de los desaciertos que se le puedan achacar a la gestión de la cooperativa, que la llevó a una situación terminal, no podemos correr este hecho de la realidad que atraviesa la cadena láctea y donde la ausencia del Estado resulta un factor determinante. La idea de que el Estado debía dar un paso al costado y dejar que el mercado se autoregule está trayendo consecuencias muy negativas para el país. A partir del 10 de diciembre de 2015 comenzó a transitarse un rumbo del cual emergen dos grandes perdedores: por un lado, nuestros productores tamberos por un lado y por el otro, los consumidores.
La eliminación de los derechos de exportación al maíz, en simultáneo con la devaluación del peso tuvieron un efecto devastador sobre la economía tambera. Primero, esto coincidió con una inundación y luego, la actual sequía sumada al retraimiento del mercado interno, la baja del precio internacional de la leche y los aumentos de la energía y otros costos que copian la inflación. Si bien se puede decir que las crisis en la lechería resultan cíclicas, cada vez los tiempos de bonanza son más cortos y los de penuria, más largos.
En 2016, increíblemente, el gobierno Nacional apostó a que la falta de materia prima mejoraría el valor de la leche pagada a tambero. Esta ingenuidad llevó al cierre de una gran cantidad de tambos. Lamentablemente, todavía no hay datos oficiales, pero se habla de que en un año más de 500 establecimientos salieron de la producción por falta de rentabilidad.
Hoy los productores nos dicen que el costo de producción, para no descapitalizarse, ronda los $7 por litro, contra un valor promedio —repito, promedio— de $5,70. Los productores nos cuentan que la mayoría de las vacas de tambo que se venden no son compradas por otros establecimientos, sino que van directamente a faena. También nos trasmiten su preocupación ya que hacen falta más de 5.000 litros de leche para pagar una factura de la luz. La coyuntura se agrava porque la sequía ha elevado aún más los precios del maíz y de la soja.
En febrero de este año, en la reunión con la cúpula del Gobierno a los tamberos se les transmitió que debían bajar costos para poder ser competitivos internacionalmente. ¿Cómo podrían hacerlo si en definitiva son tomadores de costos que le imponen otros, incluido el Estado? Para cualquier gobierno que vela por los intereses de su pueblo, la leche es un alimento estratégico y el Estado intervienen enérgicamente en defensa de sus productores y consumidores. Pero hoy en Argentina se los está dejando librado a su suerte, lo que no hará otra cosa sino agravar la situación. Como siempre, quienes primero padecen las consecuencias de estas crisis son los productores de pequeña y mediana escala, y los consumidores de escasos recursos.
Firma: Julián Domínguez, ex ministro de Agricultura

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