Se trata de una iniciativa de las Naciones Unidas que busca terminar con los abusos sexuales que continúan registrándose en conflictos de todo tipo, como suele ocurrir luego de las guerras o ocupaciones.
Este es el mensaje para este año del secretario de la ONU, Ban Ki-Moon:
El mundo sigue siendo testigo de terribles niveles de violencia sexual en tiempos de guerra. Se trata de un flagelo al que ninguna región es inmune y que sigue afectando a las mujeres, las niñas, los niños y los hombres.
También se han logrado avances claros y un impulso político sin precedentes para hacer frente a estos crímenes.
En la actualidad se reconoce ampliamente que la violencia sexual es una estrategia deliberada que se emplea para desgarrar el tejido social, controlar e intimidar a las comunidades y expulsar a las personas de sus hogares. Se la considera con razón una amenaza a la paz y la seguridad internacionales, una grave violación del derecho internacional humanitario y el derecho de los derechos humanos y un serio obstáculo para la reconciliación después los conflictos y el desarrollo económico.
Las causas judiciales abiertas contra dirigentes políticos y militares han constituido un hito, marcando el fin de la era caracterizada por la impunidad de la violencia sexual como instrumento de guerra. Hoy deseo rendir homenaje a los miles de cuidadores, profesionales de la medicina, activistas y demás personas que, en la vanguardia de esta batalla, siguen luchando por el cambio.
Sin embargo, todavía nos enfrentamos a graves dificultades.
Un aspecto sumamente preocupante es el uso de la violencia sexual como táctica terrorista. Daesh, Boko Haram y otros grupos extremistas recurren a la violencia sexual como medio para atraer y retener a combatientes y para generar ingresos.
Las víctimas de secuestros, ya sean mujeres, hombres, niñas o niños, sufren los más terribles traumas como consecuencia de brutales agresiones físicas y sexuales, la imposición de matrimonios infantiles y forzados y la esclavitud sexual a gran escala.
El secuestro de más de 200 niñas de Chibok, en Nigeria, y la tragedia de las mujeres y niñas que siguen siendo obligadas a contraer matrimonios forzados o sometidas a esclavitud sexual por grupos extremistas en Oriente Medio son dos de los ejemplos más espantosos del uso de la violencia sexual como táctica terrorista. Pido que se libere de inmediato a todas las personas secuestradas y que se presten cuidados y apoyo a las que regresen, pues pueden sufrir aislamiento social y depresión.
Las mujeres y las niñas con hijos tal vez necesiten ayuda médica y psicosocial especializada, que también debe ser facilitada a los propios hijos, dada la posibilidad de que sufran un rechazo total.
La vergüenza y el estigma social a que se enfrentan estas mujeres y sus hijos deberían dirigirse a los brutales autores de la violencia.
Debemos seguir abogando por todos aquellos, mujeres, niñas, hombres y niños, cuyos cuerpos se consideran botín de guerra desde hace ya demasiado tiempo.
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